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Para llegar a la paz

En la historia antigua se ve la paz en diversas dimensiones, en la era del Imperio Romano, la Pax
romana era vista también como la “paz de las catacumbas”, era una paz centrada en que el grupo
dominante del imperio tuviera allanado el camino para seguir su proceso de conquista. Esta paz, es
muy similar a la paz de la época de la colonia española; cuando había levantamientos de los pueblos
que se negaban someterse, la colonia desarrollaba: “campañas de pacificación”
Esta paz era muy distinta a la paz del pueblo judío, una paz que denominaban: shalom, era una
forma de paz que no podía estar separada de la justicia y el amor. Esta significaba un equilibrio en
todas las relaciones que el ser humano tuviera, a nivel personal, familiar, comunal, como nación y/o
en su relación con Dios y la creación misma.
En nuestros días se va haciendo muy difícil distinguir los diversos discursos de paz, pero, podemos
reconocer que una verdadera paz, debe apostar por la justicia y el respeto de la vida, sin hacer
distingos de ninguna clase. En una sociedad acostumbrada al desprecio de quien vemos como
“diferente”, es complicado llegar a generar dialogo. El dialogo es fruto de la buena voluntad de las
partes para buscar salidas a un problema, pero, si la visión de una de las partes es que el otro es un
inferior, la anhelada paz no podría ser duradera pues, se cimentará también en acuerdos
“estamentados”, donde el “inferior” debe acatar los deseos “superiores” de quien, o quienes, se
sienten por encima de los demás.
En algunos países, los servidores públicos o funcionarios, se ven a sí mismos por encima de los
ciudadanos, cuando en la práctica debieran estar para servir, no para ser servidos. Por otra parte, es
cada vez más indecente el uso de los medios de comunicación como arma para el “control de la paz”
En épocas antiguas se decía que para que la población éste en paz había que darles “pan y circo”. Es
decir, desarrollar favores, pequeños regalos políticos y generar un bullicio de actos públicos que
linden con escándalos para, mantener distraída a la población. En la era romana, el circo romano era
la principal atracción; en la Colonia española estas distracciones y prebendas eran más variadas,
podían pasar por chismes hasta eventos mágico religiosos. También era común tildar a los
alborotadores como una suerte de “monstruos” atribuyéndoles características diversas más allá de
la realidad y que generaran repulsión en el público consumidor de información.
En situaciones así, siempre podemos notar los juegos de poder, no se trata solamente de valores,
también hay de por medio, intereses. El problema viene cuando quienes tienen menos poder
económico, mediático, político y religioso se ponen en contra de quienes tienen más, y es más
complejo cuando quiénes tienen más poder, se unen al gobierno de turno y lo controlan. Un
gobierno no puede servir a intereses particulares de grupos que no tienen mayor base social que la
que han conseguido por medio de prebendas, engaños y ardides diversos. Con una buena
gobernanza se logra una paz duradera, con un gobierno deslegitimizado, solo se obtiene mayor
ingobernabilidad y por lo tanto, mayor caos y violencia.
Una sociedad bien organizada, con partidos formados participativamente, con un proyecto claro de
país, objetivos comunes incluso con sus oponentes, con representantes legítimos, que tienen arraigo
en sus zonas y que rinden cuenta de sus planes y propuestas, con instituciones sólidas, que
defienden la justicia y el derecho en el marco de los derechos humanos, podríamos tener una paz
duradera para toda la ciudadanía sin distinción.
Hay mucho por hacer, nos ha tocado reconstruir las bases de nuestro país y la sociedad. Pero ahora,
debemos preguntarnos, ¿queremos la paz de las catacumbas o un verdadero shalom?

Por Jorge Arboccó – Director Ejecutivo Paz y Esperanza Perú

Instituto Paz y Esperanza
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